La leyenda habla de una hermosa joven de piel blanca, increíble finura y muy jovial que tenía la arriesgada afición de recorrer los acantilados cántabros para recoger los más ricos mariscos.
Su madre, harta de que la desobedeciera para ir a los acantilados , un día, en un arrebato de ira maldijo su tozudez y gritó: "Permita Dios que te vuelvas pez".
En su siguiente escapada, mientras cantaba sus dulces melodías, fue arrastrada por un golpe de mar y se convirtió de inmediato en la más bella sirena del Cantábrico, la Sirenuca. Desde entonces, alerta con su canto a los marineros de que se acercan peligrosamente a los acantilados.
Sirena Palacio de la Magdalena, Santander |
La Sirenuca, es una de las pocas sirenas completamente buenas de la mitología europea.
Se dice que las sirenas son malas y perversas, pero las sirenas de Cantabria son seres encantadores.
Es verdad que se enfadan cuando algún marinero canta o silba, pues piensan que se están burlando de sus cantos. Cuando sucede esto, muchas de ellas se unen nadando y forman remolinos alrededor de los barcos para asustar a los marineros.
Son mitad mujer mitad pez, como los tritones. La diferencia es que ellas siempre han vivido en el mar.
El marinero que captura una sirena (es muy difícil), recibe un premio de Lantarón*: el derecho a casarse con ella.
El pescador debe besar en seguida a la sirena, y su cola se transforma en dos hermosas piernas. La sirena le hace entrega de su espejo de nácar, que el pescador debe esconder para que ella no lo encuentre, porque si lo encontrara, el hechizo se rompería y ella regresaría al mar.
Antiguamente los marineros, llegaban a confundir en días nublosos a mamíferos marinos como las focas o los delfínes con sirenas.
*Es el Neptuno cántabro |
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